Sin el ánimo de ser opresivos, los mandamientos corresponden a un importante decálogo suministrado por Dios para el beneficio del hombre, por tanto, es correcto referirnos a ellos como principios básicos que orientan respecto a la manera de vivir el presente y asimismo proyectarse hacia la eternidad y más exactamente al disfrute de la plenitud al lado del Señor.
Así pues determinar qué son los 10 mandamientos y todos los beneficios que seguirlos trae para la vida del creyente, corresponde a un trabajo de gran valor que marca el punto de partida para agradar a Dios y sobre todo para apropiarse de una de sus enseñanzas más trascendentes y determinantes para la felicidad, la cual no es otra que la naturaleza misma del Creador, es decir, el amor.
Qué son los mandamientos
Corresponden a preceptos básicos para la vida espiritual que ilustran el camino del amor, de manera que es correcto visualizarlos como normas siempre y cuando no se pierda de vista que son invitaciones que podemos aceptar o rechazar. Asociados de manera inmediata con la fe, estos mandatos corresponden a un trabajo personal que el individuo realiza en pro tanto de su superación como de las grandes ventajas que recibirán sus semejantes.
Por otro lado, al ser algo así como requisitos para la vida eterna, estamos hablando del requerimiento de un esfuerzo lo suficientemente profundo como para merecer este anhelado regalo, lo que significa que no suelen ser apropiados de la noche a la mañana. Como muestra de obediencia y de una excelente relación con Dios, estas leyes se encargan de definir con exactitud lo que es el pecado ya que este es el que nos aleja del cielo.
Para qué sirven los mandamientos
Los mandamientos guían las almas de quienes viven la fe, son luz en medio de la oscuridad y referentes para establecer con certeza lo que está bien y lo que está mal. En ocasiones pueden ser asumidos como retos ya que ciertamente demandan disciplina, obediencia y de manera especial un amor desbordante y sin reservas, lo cual aterriza respecto al ritmo materialista que suele llevar el mundo de hoy.
Tanto en el cristianismo como en el judaísmo se encuentran presentes, siendo principios de adoración y respeto que delimitan una vida moralmente aceptada en la que la espiritualidad es protagonista activa siendo invocada la perseverancia y la humildad en todo momento para que logren ser parte del pensamiento y el proceder.