Las bienaventuranzas son promesas de felicidad

La felicidad es un deseo natural del ser humano, pues nada más propio que el querer llevar una existencia enmarcada por la dicha y el bienestar que solo se consigue cuando existe equilibrio entre lo espiritual, lo físico y lo emocional. Es entonces cuando resulta más que pertinente revisar las bienaventuranzas, las cuales al hacer parte de la evangelización de Jesucristo antes de regresar al cielo junto a su Padre, establecen como aquella serie de características del creyente que conducen al disfrute de lo divino.

Puesto que las bienaventuranzas son promesas de felicidad, tal y como se nos indica en https://www.lasbienaventuranzas.net este conjunto de preceptos inspiran el buen vivir y ante todo la pureza y humildad del corazón, algo que sin duda suele ser una gran carencia en la época actual.

Las bienaventuranzas son dones de Dios

El catecismo de la iglesia católica es bastante claro al presentar a la disposición de los fieles la serie de normas o disposiciones reveladas en las sagradas escrituras más exactamente en los evangelios de San Mateo, pues en uno de sus apartados este apóstol relata lo acontecido en el Sermón del Monte, discurso en el que Jesús habló detalladamente sobre estos preceptos que invitan a la felicidad.

Además de enseñar a amar al prójimo, las bienaventuranzas equivalen a dones divinos que para ser recibidos demandan la toma de la decisión de ponerlas en práctica o no. Es claro que a simple vista no resulta muy sencillo que digamos el asimilar las situaciones difíciles con la mejor disposición y asimismo entenderlas como medios para ser mejores personas, de manera que esta es precisamente la invitación que sin duda podría conducir al encuentro con Dios y su anhelada misericordia.

La decisión de ser feliz de la mano del Señor

Con la idea de no ir a la deriva, reflexionar un poco sobre lo gratificante que es el dejar en el olvido las banalidades para darle prioridad al gozo que trae consigo caminar de la mano del Todopoderoso es el punto base para que un creyente elija orientar su vida con las bienaventuranzas como parte de su alimento espiritual.

En cuanto a la felicidad, solo abandonándose a los demás y  practicando cada una de las enseñanzas de Cristo es que esta puerta podrá estar abierta de par en par y es somos nosotros los que muchas veces saboteamos este acceso al aferrarnos a la frialdad de un mundo materialista.

 

 

 

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