A todos se nos ha enseñado que la prisión o cárcel es una institución plenamente autorizada y planeada para servir como espacio para que todos aquellos que han cometido un crimen paguen la condena impuesta por la ley, sin embargo mientras más se investiga la finalidad de las cárceles más es posible identificar grandes inconsistencias que hacen que se pierda el sentido inicial y estos sitios terminen siendo fuente de trato excesivamente duro y a veces inhumano marcando una total lejanía con algún fugaz intento de reinserción.
La aplicación de justicia y un particular castigo disciplinario es lo que se maneja en la actualidad, sin embargo el objetivo de una prisión más allá de privar de la libertad y dividir la sociedad entre criminales y personas de bien pareciera no tener ningún otro sentido pues generalmente quienes han estado recluidos salen dispuestos a retomar las actividades por las que fueron condenados.
¿Realmente sirven las cárceles?
Por supuesto esta respuesta depende bastante del lugar del planeta donde uno se encuentre ya que hay países cuyo sistema de alguna manera funciona, pero por regla general esta forma de castigo no suele tener los efectos esperados y los índices de reincidencia se disparan por las nubes una y otra vez.
Puesto que algunas sociedades han podido funcionar sin cárceles, la duda sobre la efectividad de estas instituciones sigue estando vigente pues el modelo que se aplica hoy en día se encuentra tan lleno de fisuras que para nada logra sanar verdaderamente los conflictos de la sociedad.