Las proteínas son un grupo alimenticio elemental para el organismo. Son las que aportan energía y ayudan a desarrollar los órganos y músculos. Una de las carnes rojas preferida por las personas es la del cerdo, siendo la de mayor consumo a nivel mundial. A pesar de las advertencias sobre su consumo, sigue siendo la carne más buscada y más incluida en la alimentación.
Y es que la carne de cerdo, a pesar de ser la preferida, es también la más dañina para el organismo. No es casualidad que se prohíba su consumo al diagnosticarse ciertas enfermedades, como la hipercolesterolemia, gota, elevación del ácido úrico y los triglicéridos; mientras que hay otras enfermedades que derivan de su consumo, como la triquinosis y el escorbuto.
La carne de cerdo es altamente grasa. Esto deriva en problemas de sobrepeso, pues como tiene más grasa de la que el cuerpo necesita o puede asimilar, el exceso de ella se va acumulando debajo de la piel en el tejido adiposo. Y no solo eso, sino que además las mismas células empiezan a almacenar grasa en su interior, lo que por razones obvias es negativo para el correcto funcionamiento del cuerpo.
El cerdo también incluye en su carne un alto componente de mucopolisacáridos, un elemento que favorece la pérdida de resistencia de los cartílagos, tendones y otras estructuras, lo que incrementa el deterioro óseo y facilita la aparición de enfermedades como la artritis. Y por último pero no menos importante, hay que mencionar que la carne de cerdo contiene un alto nivel de la hormona del crecimiento, y en los casos de personas con predisposición a la formación de tumores, esta hormona puede contribuir a que los tumores crezcan.
Son muchas las razones para no consumir cerdo, y preferir en su lugar otra fuente de proteínas menos problemática y que aporte mayores beneficios al organismo. Como dijo Hipócrates: “Que tu alimento sea tu medicina”.